Secta: “Iglesia Adventista del Séptimo Día”

 por Oscar Martín Bianchi

Fecha: 19/11/2001 

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Indice 

Introducción.

      Las Sectas y el Lavado de Cerebro.

      Los Adventistas.

Capítulo 1: Historia

      Fecha del fin del Mundo.

      Primer Fracaso.

      Segundo Fracaso.

      Elena White, La restauradora.

     Capítulo 2:

      Organización, Funcionamiento y Estadísticas

       Actividad Misionera

       Prácticas Adventistas

       Propaganda

       Peligros que encierra la propaganda de estas ideas

       El odio a la Iglesia Católica

        ¿Una diezmolatría?.

        Disidencias

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Introducción  

“La expansión de las sectas de nuevos movimientos religiosos que atraen a muchos fieles y siembran confusión e incertidumbre entre los católicos, es motivo de inquietud pastoral. Es necesario analizar profundamente el problema y encontrar lineas pastorales para afrontarlo”. (Juan Pablo II, a los obispos argentinos, 7 de febrero de 1995)

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Las Sectas y el Lavado de Cerebro

 

La palabra “secta” evoca imágenes disímiles y contradictorias tales como grupos religiosos, iluminados, ritos extraños, corrupción de menores, desapariciones, grandes negocios muertes masivas, entre otras. Una de las razones de ello deriva de que hasta el momento, no se ha alcanzado una definición completamente satisfactoria del término secta. Este, popularmente remite a movimientos difusos de origen protestante o grupos que van tras las enseñanzas de algún gurú de moda.

Pero la podemos definir como:

“Movimientos totalitarios, caracterizados por la adscripción de personas totalmente dependientes de las ideas de un líder, que pueden presentarse bajo las formas de identidad religiosa, asociación cultural, centro científico o grupo terapéutico; que utilizan las técnicas de control mental y de persuasión coercitiva para que todos los miembros dependan de la dinámica y del grupo y pierdan su estructura y su idea de pensamiento individual a favor de la idea colectiva, creándose muchas veces un fenómeno de epidemia psíquica.”

Los primeros síntomas que pueden indicar que una persona se ha vuelto hacia una secta son los siguientes (Cave destacar también que los mismos no indican necesariamente una vinculación sectaria, revisten por lo tanto el carácter de indicativos pero no de determinantes): 

Comportamiento esquivo. Evidencia una molestia cuando se lo interroga respecto a sus actividades individuales.   

Cambio de comunicación. Los gestos y la forma de hablar del individuo cambian al igual que el trato con sus semejantes.

Cambio de amistades. Las amistades mantenidas a lo largo de los años se quiebran y se reúne con un grupo de amigos diferentes y por motivos diferentes.

Bajo rendimiento escolar y cambio en los planes de estudio. Se observa como el rendimiento escolar o laboral decrece marcadamente y su estudio se direcciona hacia otros temas ajenos a los normales.

Matrimonios y separaciones repentinas. Los individuos se casan de forma prematura con personas que acaban de conocer o se separan de personas con las que habían mantenido relaciones afectuosas.

Cambios en las posturas religiosas. Modificación acentuada en las ideas filosóficas, políticas y religiosas.

Cambios en las apariencias.  Los cambios dependen mucho de la secta a la que se adhiere la persona en cuestión, los que van de la vestimenta a la utilización de algún instrumento distintivo.

Diversos trastornos psicológicos. La variedad de trastornos es amplísima... algunos buenos ejemplos pueden ser: estados de excitación más o menos prolongados, dificultades para afrontar actividades habituales y la demencia.  

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En este trabajo presento a una secta muy particular: “Los Adventistas del Séptimo Día”; la que será analizada desde una óptica católica y de la que tratare de explicar lo mejor posible.

Los Adventistas

 

Que Jesucristo vendrá gloriosamente al fin de los tiempos, es creencia común de todos los cristianos. Donde se difiere es sobre el motivo y momento de su venida, pues mientras los católicos creemos que vendrá a juzgar (Mt 16, 27), desconociendo cuándo (Mt 24, 36), algunas sectas, fundandose en textos muy oscuros de la Escritura, pretenden fijar la fecha de la segunda venida del Señor.

     Los Adventistas son los miembros de uno de los tantos grupos protestantes que tienen un énfasis especial en la doctrina de la inminente segunda venida de Cristo. Bajo el liderazgo del predicador bautista estadounidense William Miller, fue cuando el adventismo recibió un apoyo más fervoroso y se estableció claramente sus márgenes y normas. Miller y sus seguidores, conocidos en un principio como milleristas, proclamaban que la segunda venida de Cristo sería entre el 21 de marzo de 1843 y el 21 de marzo de 1844. El fracaso de esta predicción recibió el nombre de La Primera Desilusión, y condujo a que muchos seguidores abandonaran el movimiento. Se puso después una segunda fecha para la tan esperada venida de Cristo: el 22 de octubre de 1844. Incluso muchos adventistas, preparándose para el acontecimiento, se deshicieron de todos sus bienes. Para pesar suyo, aquel día transcurrió con absoluta tranquilidad y no sucedió lo esperado, por lo que el movimiento fue ridiculizado con dureza y muchos de sus seguidores volvieron a sus antiguas iglesias tras haber perdido la fe sin remisión. Los que siguieron dentro del movimiento se dividieron en cuatro grupos que continuaron prosperando. El Grupo más importante se autodenominó Adventistas del Séptimo Día.  

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Capítulo 1: Historia 

Fecha del fin del mundo 

El movimiento empezó a principios del siglo XIX. Un campesino del estado de Pennsylvania aunque domiciliado en el de Nueva York adscrito a la iglesia bautista, sintió un reavivamiento religioso cuando tenía ya treinta y cuatro años, y se aplicó al estudio de la Biblia, y en especial al libro del Apocalipsis – Ayudado, además, por un libro de “concordancia Bíblica”, llegó a conclusiones radicales sobre la segunda venida de Cristo. Los libros de “concordancias bíblicas” están muy extendidos entre todas las iglesias protestantes; en ellos se recogen por materias aquellos textos de la Biblia que las apoyan.

William Miller, muy ingenuamente creyó haber hecho el gran hallazgo al suponer que el equivalente de los días que se enumeran en las profecías de Daniel eran años solares. Con estas y otras cuentas que realizó ,llegó a la conclusión de que en 1843 tendría lugar la segunda venida de Jesucristo y con ella el fin del mundo. Miller pertenecía por entonces a la iglesia bautista y siguió en ella todavía, aunque con permiso para predicar estas cosas que él había “encontrado” en las Sagradas Escrituras.

De aquí a veinticinco años - decía en 1818 - todas las cosas de este mundo tendrán su fin. Su soberbia y su poder, su pompa y su vanidad, su malicia y su opresión se reducirán a la nada, estableciendo en todas partes, en lugar de estos reinos terrenos, el ansiado reino del Mesías.

Alentado por el éxito de su predicación, unos años después se decidió a editar una revista “El Grito de medianoche”, en la cual se decían estas cosas: fue un éxito de venta. Sus ideas se expandieron a ciudades tan importantes como Boston y Nueva York, tenía que dar sus conferencias en locales muy grandes para que cupiesen todos los que querían oírle.

 Primer Fracaso

     Tan lejos llegó Miller en su predicación profética, que se atrevió a puntualizar la fecha de la segunda venida para un día concreto del año 1843: el 21 de marzo. Creció la expectación a medida que el día se acercaba y Miller predicaba penitencia para que nadie se encontrara desprevenido ante el colosal acontecimiento. De otro lado las “señales proféticas” parecían cumplirse: lluvia de estrellas, conflictos, confusión de religiones, caos... El mundo, según Miller, estaba dando sus últimas boqueadas.

Sin embargo el 21 de marzo de 1843 fue un día de tantos aunque no así para los adventistas que sufrieron la mayor desilusión de su vida. Muchos desertaron, y los más firmes en las creencias fueron puestos en ridículo por los feligreses de otras iglesias. No hay que olvidar, sin embargo que el adventismo, contenido oficialmente en el seno de la Iglesia bautista, no estaba independizado todavía. Aunque algunas iglesias expulsaban de si a aquellos miembros que creían en las profecías de Miller. 

Segundo Fracaso 

     Los fieles seguidores de éste le aconsejaron que reconociera públicamente que se había equivocado en sus cálculos, pero que la inminencia del Fin seguía siendo cierta. Miller lo hizo así, pero ingenuamente repasó sus cuentas y volvió a poner fecha fija oráculo: esta vez seria en otoño del año 1844. Todo iba tan en serio que hubo quien liquidó su negocio, quien vendió su tierra, quien dio todo lo que tenía. Y por segunda vez no ocurrió nada absolutamente.

Aquel segundo fracaso significó la dispersión de los Adventistas. Algunos emigraron a otras tierras, bien porque se habían quedado sin nada, bien porque no podían soportar el bochorno. Sin embargo en el seno de la sociedad adventista ya estaba sucediendo algo que no sólo impediría el fin del grupo, sino que seria el  comienzo de una nueva era para él. 

Elena White, la restauradora 

Este hecho importante había sido el nacimiento de Elena White, de soltera Elena Harmon. Los Harmon eran una familia metodista que, sin embargo, había oída predicar a Miller y leído su revista “El grito de medianoche”;en el fondo de su corazón eran partidarios del adventismo y serian expulsados de su Iglesia por ello.

Elena Harmon había nacido en 1827 de modo que en los años profetizados como últimos por Miller, era una adolescente. Elena no había venido al mundo sola, era melliza de su hermana Isabel.

Cuando Elena tenía nueve años yendo a la escuela, recibió fortuitamente una pedrada en la cabeza que la tuvo inconsciente varias semanas. De aquel accidente se derivaría su futuro: no pudo seguir yendo al colegio y su físico se resintió grandemente. En adelante seria una personilla físicamente débil, de salud quebrantada.

He aquí sus propias declaraciones: “Me convertí a la edad de once años y cuando tuve doce fui bautizada y me uní a la iglesia metodista. A la edad de trece años oí a Guillermo Miller pronunciar su segunda serie de conferencias en Pórtland, Maine. Sentía entonces que no había santidad en mí y que yo no estaba lista para ver al Señor Jesús”

En uno de sus libros, “Joyas de los Testimonios”, habla Elena White de lo que le ocurrió en diciembre de 1844, casi inmediata­mente después del segundo fracaso de Miller y cuando el adventismo estaba pasando por una aguda crisis:

“En aquel tiempo visité a una de nuestras hermanas adventistas, y por la mañana nos arrodillamos para el culto de familia. No había excitación y sólo nosotras, cinco mujeres, estábamos allí. Mientras yo oraba, Dios descendió sobre mí como nunca lo había sentido. Quedé arrobada en una visión de lo que sucedería a los creyentes adventistas, la venida de Cristo y la recompensa que habría de ser dada a los fieles”.

Esta no fue la única “visión” de Elena Harmon. Tuvo otras y además recibió a indicación de escribir lo que se decía. De esta manera empezó el resurgir del adventismo. En las “visiones” le había sido encargado dar testimonio de las mismas y predicar. La joven venciendo su natural timidez y su precaria condición física, hizo lo ordenado; y una corriente de fe y esperanza levantó el ánimo de los abatidos adventistas.

Aunque los adventistas, hoy, insisten en que su único instrumento de fe es la Biblia, saben y no olvidan que sin la oportuna aparición en escena de la señora White quizá no habrían llegado hasta donde se encuentran. Si Miller fue el precursor, ella es la fundadora.

 Propagación 

En 1846, Elena se casó con un pastor ciento por ciento milenarista: James White. De su marido tomó el apellido que luego se haría famoso. Entre ambos organizaron el disperso grupo adventista. Siguiendo siempre las indicaciones “reveladas” a la señora White o tomadas por inspiración de las Sagradas Escrituras, editaron una revista, folletos de propaganda, pusieron en marcha predicadores. A estos los enviaron primero de modo que ellos mismos subvinieran a sus necesidades; más adelante los enviaban sólo a aquellos sitios dispuestos a pagar por su predicación; y por último decidieron que todos sus seguidores debían pagar los diezmos que indica la Biblia. La organización crecía y había que darle un nombre; se lo puso la señora Elena White: “Iglesia de los Adventistas del Séptimo día”.

Una de sus particularidades fue la  observancia del sábado en lugar de la del domingo. Según las últimas “revelaciones” (que no cesaron durante toda su vida), la práctica del domingo la había introducido el anticristo, que era el papado. El eficaz señor White esposo de Elena, murió en 1881; su viuda sólo vivió en adelante para la obra, que se había extendido ya muchísimo. Escribió muchos libros. Uno de los más representativos es “El Deseado de todas las Gentes”. Trabajó, después de enviudar, tres años en Europa en pro de la obra, y nueve años en Australia. Dicha obra tenía ya editoriales, escuelas, hospitales, centros de entrenamiento, etc. Los libros de la fundadora debieron dar mucho dinero pues se tradujeron a varios idiomas y las tiradas eran considerables. Durante unos años los adventistas leyeron con más ahínco los escritos de la señora White que la Biblia. Según palabras de ella misma su bibliografía era “la luz menor que conduce a la luz mayor".

Para comprender la Biblia había que leer primero a la señora White. Pero esto podía resultar peligroso. Los adventistas lo comprendieron así y en 1957 publicaron un libro en el que abordaban cuestiones como ésta. La respuesta oficial era que todos los escritores estaban sometidos a la Biblia y que nunca habían considerado los escritos de su fundadora por encima de aquella.

Elena White murió en 1912, a los noventa y cinco años de edad, en Santa Elena, California. 

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Capítulo 2: Organización,

Funcionamiento y  Estadísticas 

Los adventistas están regidos por una Conferencia General cuya autoridad se extiende a todas las filiales. El presidente y la junta directiva son elegidos cada cuatro años; la sede de este organismo está en Washington. Teóricamente tienen dividido el mundo en doce territorios.

Cada iglesia local se gobierna por una junta directiva elegida por los feligreses de la misma.

El pastor local es el presidente de la junta de iglesia, y en ausencia lo es el primer anciano, que es un laico. Cada tres años las iglesias envían delegados a la Asamblea Nacional. Ellos eligen (juntamente con los pastores) el Consejo de la Asociación que dirigirá las actividades de la iglesia nacional durante los tres años siguientes.

Actualmente hay en el mundo unos dos millones de miembros bautizados, que se reúnen en unas 17.000 iglesias. Alrededor de 80.000 escuelas sabáticas reúnen unos 3 millones de alumnos. El número de personas que dedican todo su tiempo a la Obra es de cerca de 70.000; 8.000 son pastores ordenados.

Los colegios son unos 5000. Asisten a ellos unos 400.000 alumnos. La iglesia adventista se halla establecida en 190 países . 

Actividad misionera 

La obra misionera del adventismo no se limita a la predicación, si bien esta faceta cubre todas las demás. Porque en realidad el adventismo predica con sus escuelas de diferentes grados, con sus granjas agrícolas, sus hospitales y Facultades de Medicina. Y todo ello esparcido por todo el mundo.

Con celo y vehemencia los adventistas han desarrollado una actividad que, en palabras del ensayista religioso doctor Mayer, no está en proporción a su fuerza numérica. Algunos datos, además de las estadísticas y propuestas, pueden hacernos entender mejor esa potencialidad: tiene 44 casas de publicaciones alrededor del mundo, en las que imprimen literatura en más de 200 idiomas y dialectos, y en Braille para los ciegos; tienen más de 1050 transmisiones por radio a la semana; su programa radial en español: “La voz de la Esperanza” se difunde por 850 estaciones en, 65 idiomas y dialectos; su programa de TV se trasmite en más de 160 estaciones alrededor le! Mundo; sus publicaciones misioneras tienen un tiraje combinado de 400.000 ejemplares al mes.

 Las Prácticas Adventistas 

Con el adventismo nos encontramos frente a una doctrina sistematizada, propaganda con medios eficientes y económicamente abundantes, practicada dentro de una perfecta organización, con una disciplina severa, profesada por más de un millon de adeptos, con una tendencia marcada al crecimiento en número. Interesa, por lo tanto, después de conocidas sus doctrinas, ya expuestas, fijarnos en el modo de prácticarlas. Por consiguiente, referirnos a su organización, culto, prácticas de vida, propaganda, peligros que encierran estas ideas para el católico vulgar y posibles motivos de expansión de las mismas.

 Propaganda 

Fanáticos misioneros, su propaganda es insistente, de puerta en puerta ofreciendo publicaciones sobre temas que atraigan la curiosidad del lector. Muy intensa también tanto por medio de la prensa como la radio.

Los colportores (vendedores de literatura adventista) son astutos propagandistas y tanto les admiraba la fundadora, que les llamaba “misioneros que se consagran a Dios para dar el último mensaje de amonestación al mundo”.

 En países donde no gozan de libertad de propaganda funcionan sus editoriales encubiertamente, publicando obras y revistas en las que, sin defender claramente las doctrinas de la secta, tratan de obras que practican, tales como vegetarianismo, antialcoholismo, pacifismo, etc., desde un punto de vista que pretende ser científico o moral.

La propaganda radiada ha adquirido últimamente grandes vuelos. En Norteamérica son muchos cientos de emisoras las que transmitan charlas semanales para un número incontable de oyentes, y cursos por correspondecia por medio de la emisión de “La voz de la Profecía”. Algo parecido en América del Sur con “La voz de la Esperanza”, en nuestro idioma, y en Europa por medio de Radio Luxemburgo, Montecarlo, etc.

 Peligros que encierra la propaganda de estas ideas 

No voy a tratar de los peligros de orden religioso, los cuales ya en gran parte han quedado expuestos. Me voy a referir a peligros de orden social.

Su exaltado pacifismo les pone muchas veces, sobre todo en tiempo de guerra, en situaciones graves.

Con al práctica del sábado sucede algo parecido a lo anterior en el orden laboral, por negarse a trabajar en ese día.

La constante predicación del fin del mundo, fundándose en las catástrofes, guerras y calamidades, como señal del fin de los tiempos, puede engendrar verdaderas psicosis colectivas de alarma.

El empleo de sus remedios médicos propios, con exclusión de los universalmente reconocidos como altamente eficientes por toda la Medicina, puede tener consecuencias graves en el tratamiento de muchas enfermedades.

Y el terrible fanatismo al que llegan muchas veces ha dado motivo a incidentes de gran trascendencia. 

El odio a la Iglesia Católica 

Por considerarse el adventismo la única y verdadera iglesia, siente desprecio por todas las restantes ideas religiosas, que se transforman en verdadero odio frente a la Iglesia Católica.

Su animada aversión hacia la Iglesia Católica parece descubrirla Colinon, en su obra Falsos profetas y Sectas de hoy, en el hecho de creer el adventismo que cuanto más se aparta al presente de ella, más original será, y en esto de ser iglesia original es donde cifra su carta de nobleza.

Ya decía uno de sus escritores, que la iglesia adventista arranca desde el momento en que sonó el último martillo sobre la cruz de Cristo, y todo el empeño de la señora White en El conflicto de los siglos, dedicando a ellos más de la mitad de su libro de 800 páginas, está en esto: entroncar los primeros años del cristianismo con los reformadores: Hus, Wiclef, Lutero, Calvino, Wesley, etc., hasta la iglesia que ella fundó. Lo cierto es que ninguno de los citados estuvo conforme con las doctrinas de los otros, y que Elena White tampoco lo está con el protestantismo. Yo no puedo explicarme esta actitud de la señora White; pero ella nos la explicará, como siempre, con una curiosa teoría: Todos ellos llevaron al Protestantismo algo de nuevo, algún progreso, y si esto no fue hacia la unidad entre ellos (como cualquiera tiene que reconocer), lo fue hacia la unidad que hoy mantiene la única iglesia verdadera, la iglesia final: el Adventismo del Séptimo Día.

Su odio a la Iglesia Católica les ha llevado a algunos a provocar incidentes, que demuestran hasta donde puede llegar el fanatismo y la predicación contra el “Papa Anticristo” . Un joven italiano, Bruno Cornacchiola, fanático adventista, concibió la idea de asesinar al Santo Padre con un puñal en el que había grabado con su mano: “Muerte al Papa”. Convertido milagrosamente, había de enviar a Pío XII el arma y los libros que le habían inspirado tal propósito.

Sería, desde luego, injusto (dice Colinon) amontonar sobre el adventismo toda la responsabilidad de estos actos; pero es bastante característico que Cornacchiola se hiciera adventista porque (dijo él mismo) era la secta que le parecía más anticatólica.  

¿Una diezmolatría? 

Algo con lo que los adventistas son casi fanáticos: El diezmo, entendido como el 10% de los ingresos del salario, apegándose demasiado a algunos textos del Antiguo Testamento que no se aplican desde el Nuevo. En la entrada del templo adventista en la colonia San Rafael (México, D.F.) encontramos sobres para depositar el dinero correspondiente al diezmo. El sabatista anota el diezmo para pagar las Primicias, más el presupuesto combinado. Luego viene su nombre, la firma del tesorero de la iglesia y la firma del auditor. ¡Qué control tan estricto llevan! En un sobre encontrado en un templo adventista en Guatemala, además de apuntar el diezmo normal, dice que la Iglesia ¡Sugiere donar "otro diez por ciento"! La ley de los diezmos y las ofrendas sea aun más urgentemente necesaria hoy día que bajó la economía hebrea (White, Tomo I, 568). Hasta los diezmos atrasados: Muchas personas durante largo tiempo no han tratado honradamente con Dios. Al no separar el diezmo cada semana han dejado que éste se acumule hasta construir una suma voluminosa, y ahora se resisten a pagarlo. Conservan esos diezmos atrasados... son propiedad de Dios (Consejos, p. 101). Un hermano... me dijo: Me alegro de haberle oído hablar acerca del diezmo. No sabía que fuera una cosa tan importante. No seguiré descuidándolo. Y luego comenzó a calcular la cantidad de diezmo que debía durante los últimos años, y dijo que lo pagaría con tanta rapidez como pudiera, porque no quería que el pecado de haber robado a Dios, registrado en los libros del cielo, lo enfrentara en el juicio (Consejos, p. 102). Dios nunca aceptará en lugar del diezmo la oración hecha con frecuencia y fervor. La oración no pagará nuestras deudas a Dios (Consejos, p. 104).

Disidencias 

Varios grupos se han separado de la Iglesia fundada por W. Miller y E. White. Después de la decepción de 1844, los A. evangélicos, que se negaban a fijar la fecha de la vuelta de Cristo; de ellos salieron en 1856 los A. cristianos, que admiten la inmortalidad del alma para algunos y niegan el castigo eterno. La Unión de la vida y del advenimiento en 1864 (divergencias a propósito de la resurrección de los impíos). La Iglesia de Dios en 1865 (divergencias en cuanto al tema de las observancias alimenticias). Los A. de la edad venidera en 1888 (divergencias sobre el milenio). Los A. reformados. Y otros. La disidencia más importante fue la del a. Ch.-T. Russell que en 1874 creó los Investigadores serios de la Biblia, destinados a convertirse en los Testigos de jehová .